miércoles, 30 de noviembre de 2011

EARTHSHIP: LA NAVE NODRIZA DE LA BIOTECTURA



Latas, botellas y neumáticos descartados son los materiales con los que Mike Reynolds, el Guererro de la Basura, ideó sus casas 100% sostenibles y 100% autónomas al autoabastecerse. Llamó a su creación "Earthship" y ahora, casi cuatro décadas después, sus construcciones pretenden eco-colonizar el planeta.

Hace más de treinta años, Mike Reynolds, un joven arquitecto recién licenciado vio en televisión un reportaje sobre las ingentes cantidades de basura que se generaban en las ciudades norteamericanas. Le impactaron, sobre todo, las imágenes de latas de bebidas tiradas en los parques. Eran los tiempos en los que el verbo "reciclar" no existía más que en el vocabulario de los pioneros activistas del ecologismo pero Reynolds se quedó con la copla y empezó a darle vueltas a la idea de utilizar esos materiales de deshecho para construir casas.

En estas tres décadas y pico, se ha demostrado que Reynolds no es el marciano que parecía en los años 70 y que su propuesta de construir casas sostenibles y autosuficientes no es nada de otra galaxia, sino incluso una solución para nuestro planeta. El interés por la permacultura y la proliferación de nuevas formas de vida somo las eco-aldeas o las ciudades en transición demuestran que cada vez somos más conscientes de que debemos adoptar una manera de habitar el planeta más ecológica, respetuosa y sostenible. Una idea que adquiere especial actualidad en estos días ya que se celebra en Durbam una nueva cumbre sobre el cambio climático en la que puede que no sobreviva el "maltratado" Protocolo de Kyoto o, de sobrevivir, quede en estado comatoso a causa de la falta de apoyo de las grandes naciones y de los páises en desarrollo.




En esta coyuntura, la belleza de Earthship no reside sólo en el diseño de sus edificios ni en el hecho de que sean 100% sostenibles, no sólo reciclen materiales de deshecho como latas, vidrio o neumáticos, no necesiten depender de las fuentes energéticas existentes al ser totalmente autónomas y aprovechar la energía solar y el agua de lluvia, sino en su intención docente. Puedes pedir manuales para construir tu propia casa o acudir a los talleres y seminarios que imparten en muchas partes del globo terráqueo y tomar el asunto de vivir de una forma ecológica en tus propias manos (y nunca mejor dicho). Y, además, puedes aprender haciendo el bien para otros y colaborar en alguno de sus proyectos en el Tercer Mundo. 

Aquí debajo, para tentarte, te dejamos un espectacular reportaje fotográfico sobre una escuela que acaban de construir en Sierra Leona. Lo mejor, ver al propio Mike Reynolds manchándose las manos y construyendo con barro, latas y botellas, las paredes de la escuela. El Sr. Reynolds sigue pensando que tan sólo se puede predicar con el ejemplo y, lejos de quedarse sentado en su oficina de Taos (Nuevo México), sigue implicándose en el proyecto de su vida mereciéndose el "alias" de Garbage Warrior (Guerrero de la basura). Ah, por cierto, es facilmente reconocible: es el hippie de mediana edad de cabellera rubia. ¡Bien por él!


Si quieres más información sobre los proyectos de Earthship, sus cursos y manuales o sencillamente hacer que se te pongan los dientes largos con sus maravillosas construcciones entra en:
http://earthship.com/

Earhship construye una escuela en Sierra Leona















viernes, 11 de noviembre de 2011

EL HOMBRE DE VERDENTHAL





Ahora ser eco no sólo es fácil, está "in". Pero hubo un tiempo - y no hace tanto - en el que predicar el mensaje eco era hacerlo en el desierto. Viajamos a la prehistoria del movimiento para conocer alguno de sus pioneros y comprobar cómo sus ideas y soluciones siguen estando muy vivas.





Vivimos un momento curioso. Grandes empresas compiten entre ellas para parecer la más “verde”, la palabra sostenibilidad se utiliza tanto que la vamos a gastar y quién quiere ser alguien tiene, necesariamente, que subirse al tren movido por biocombustible de lo “eco”. Si esto es suficiente - o inclusive cierto - lo dejaremos para otro artículo, pero sí vamos a hablar de los tiempos en los que ser ecologista era estar solo ante el peligro, enfrentado a un mundo en el que teorías y posicionamientos que hoy resultan de cajón estaban considerados como una auténtica chifladura. Dedicamos, por tanto, este post a los pioneros del movimiento verde y a sus ideas, perplejos ante el hecho de que 40 años después – y con pruebas más que evidentes – muchas de sus soluciones aún no se hayan puesto en práctica.

Así que nos remontamos a los tiempos en los que el ecologismo era la preocupación de unos cuantos melenudos locos a los que la sociedad contemplaba con sospecha; cuando la comida orgánica era para pirados y ni era imaginable que se pudiera encontrar en supermercados, y la teoría del cambio climático era considerada una predicción chiflada como la de Nostradamus. Puede que al nuevo y entusiasta verde esto le suene a medieval, pero la cuestión es que no hace tanto tiempo de todo ello.



EF. Schumacher: volver al tamaño del hombre
Viajamos hacia atrás en el tiempo, a 1973. Ese fue un año crucial para el pensamiento medioambiental radical: el año anterior se había celebrado la primera conferencia de la ONU sobre desarrollo sostenible, y pocos meses después se fundaron Greenpeace, Amigos de la Tierra y el Partido Verde británico. En esa coyuntura un hombre brillante, EF Schumacher, publicó un libro que ha sido una fuente de inspiración para muchos ecologistas, Small is beautiful (Lo pequeño es hermoso, publicado aquí por la editorial Akal). A partes iguales análisis económico, manifiesto radical y ensayo espiritual, la obra de Schumacher defendía que la sociedad moderna había perdido contacto con las necesidades básicas del ser humano y, por tanto, había fallado al planeta y a sus habitantes. 


En un momento en el que se ensalzaban las maravillas del progreso tecnológico, este economista afirmaba que el curso que estaban tomando las cosas negaba totalmente cualquier tipo de sabiduría y que lo sabio era “una nueva orientación de la ciencia y de la tecnología hacia lo orgánico, lo delicado, lo no-violento, lo elegante y lo hermoso”. ¡Toma castaña!

Como el apasionado de la filosofía oriental que era, proponía como remedio era un enfoque holístico de la sociedad, un “capitalismo budista” con el énfasis sobre soluciones a pequeña escala y localizadas. “No tengo duda alguna”, afirma en su libro, “que es posible dar una nueva dirección al desarrollo tecnológico […], que vuelva a las verdaderas necesidades humanas, y eso significa regresar al verdadero tamaño del hombre. El hombre es pequeño y, por tanto, lo pequeño es bello”.

Las soluciones prácticas debían ser baratas y desarrolladas localmente al considerarlas mucho más efectivas que las tecnologías importadas, y al tener mucho menos impacto medioambiental. Suena a cosas que ahora tienen mucho sentido, ¿verdad? No obstante, las teorías de Schumacher fueron criticadas por otros economistas e incluso el célebre catedrático de economía en Oxford, Wilfred Beckerman, le contestó con un hiriente artículo que tituló “Lo pequeño es estúpido”.

Rachel Carson: “Ya os lo dije”



Eso debe decir la Srta. Carson mientras se revuelve en su tumba. Ella advirtió del peligro del uso de pesticidas tan pronto como en 1962 cuando publicó su libro Silent Spring (Primavera silenciosa, publicado en español por Crítica), una obra seminal para los movimientos ecologistas tanto en EEUU como en el resto del mundo al presentar la idea de que todos poseemos el derecho fundamental de vivir en un entorno limpio.

La publicación del libro, evidentemente, no sólo generó una enorme controversia sobre el uso de pesticidas en la agricultura sino que puso de uñas a toda la industria química que argumentó que el libro presentaba un argumento incompleto al alertar innecesariamente al público sobre los peligros a la salud de los pesticidas sin hablar de sus beneficios. “Si el hombre siguiera al pie de la letra las doctrinas de la Srta. Carson, regresaríamos a la Edad Media, y los insectos y enfermedades volverían a dominar la tierra”, esta bonita frase está sacada de un comunicado de la American Cyanamid Company. Monsanto también saltó al cuello de Carson y publicó 5000 copias de un folleto titulado “El año desolado” pensado para desacreditarla y que explicaba que los pesticidas eran los responsables de la erradicación de enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla y el tifus y que, además, sin ellos millones de personas en el mundo se quedarían sin alimentos y morirían de hambre.

Irónicamente, estos intentos de desacreditación por parte de la industria química no hicieron sino darle publicidad al libro. Tanto que la controversia despertada por Silent Spring hizo que el propio gobierno norteamericano tuviera que prestar atención a este asunto y el mismísimo Presidente Kennedy creara un Comité para regular un mejor uso de estas sustancias químicas. Como explica Al Gore, el libro consiguió “llevar los temas medioambientales a la atención del gran público, e hizo que nuestra propia democracia tuviera que ponerse del lado de salvar a la Tierra”.

La oleada de legislación medioambiental que tuvo lugar tras la publicación de Silent Spring proporcionó al ecologismo la credibilidad que necesitaba ante la sociedad y obligó a la clase policía a introducir el problema en su vida diaria. No obstante, el uso de pesticidas sigue siendo masivo hoy en día a pesar de que sus consecuencias sobre nuestra salud son más que conocidas, compañías como Monsanto siguen floreciendo y poseen el monopolio de la distribución de semillas híbridas en todo el planeta, y la agricultura ecológica aún siendo algo mucho más establecido sigue siendo patrimonio – para muchos – de hippys y paranoicos. Así que todavía queda mucho por hacer.


Teddy Goldsmith: “El padrino de lo verde”

Teddy Goldsmith predicó toda su vida los principios de la ecología. Pero no sólo los predicó, también los vivió hasta su muerte en 2009. Goldsmith conoció en sus propias carnes lo que era ser “verde” en aquella época. Hablar de ello, o intentar vivir según sus normas, no era una decisión de estilo de vida, como ahora, sino comprarse un boleto al ostracismo social. Debías estar preparado para ser ignorado, burlado o desechado como un pirado. Tenías que hacer un auténtico esfuerzo y algunos sacrificios reales. En lugar de seguir al rebaño, no tenías más remedio que decidir salirte de él.




Este ecologista brillante y obstinado lo hizo. Fue uno de los fundadores del primer Partido Verde, el británico, y llevó a los escaños políticos temas fundamentales asociados con el desarrollo global como la energía nuclear. Pero, sobre todo, se dio cuenta de que era esencial difundir el mensaje y llegar a la sociedad en general. Para ello, hace 41 años creó The Ecologist, una revista fundamental para los que quieren aprender cómo vivir más verde, y una auténtica biblia para nosotros, los conTÚmistas.

Pero el mérito de Teddy – como se le conocía casi universalmente – no se limita a eso. Su auténtico mérito fue vivir como un ecologista sin importarle un bledo el precio (social) que eso podía tener. En una entrevista concedida a The Ecologist poco antes de morir contaba: “Claro que entonces nadie nos escuchaba. La gente se escandalizaba con nosotros en aquella época. En los setenta me mudé a Cornwall a llevar una vida ecológica. Tenía un baño-compostera que me costó todos mis amigos. Cuando venían a visitarnos, o pillaban una neumonía porque no teníamos calefacción o huían por el olor del baño”.



Ni el ostracismo social por la compostera ni ser considerado un loco desanimaron a Goldsmith que, antes de morir, pudo ver  cómo su “criatura” volaba por sí sola con cada vez más lectores. Él como los otros dos casos – y muchos más – han tenido el destino de los profetas. Han abierto el camino para todos nosotros y su esfuerzo ha conseguido la difusión de las ideas verdes pero, como muchos profetas, no fueron reconocidos en su tiempo. Ese es su sino: si se equivocan, se les ignora. Si tenían razón, todos nos subimos al tren (el del biocombustible) y decimos que siempre estuvimos de acuerdo con ellos.




jueves, 10 de noviembre de 2011

ECO-KIDS: UNA APUESTA DE FUTURO DE BIOCULTURA


El domingo nos pasamos por Biocultura, la feria de productos ecológicos y consumo sostenible que, en esta edición celebrada en el IFEMA de Madrid, celebraba su 27 aniversario con un llenazo absoluto de expositores y público (más de 600 y casi 80.000, respectivamente). Durante unas horas estuvimos en un universo paralelo en el que los agricultores no recuerdan lo que es un pesticida, las vacas no están ni remotamente locas, los cosméticos no son "naturales de palo" sino que realmente no contienen sustancias químicas y huyen del exceso de packaging como de la peste, y la comida que degustas no sólo es 100% bio es que, además, está riquísima...


Vamos, ¡el paraíso! Ahora bien, no hay como salir de ahí y pasarse por un centro comercial (a esas horas del domingo lleno hasta la bandera) para hacer un aterrizaje forzoso a la realidad. Los carritos de la compra a rebosar, las interminables colas ante los mostradores de las cadenas de fast-food y el ansia consumista en general dando rienda suelta a sus peores instintos son el mejor antídoto para nuestra ilusión conTÚmista. En la guerra bio/eco/sostenible/responsable versus el mall gana, sin duda alguna, ¡el máldito mall! Casi 80.000 visitantes (y compradores) en la feria es una cifra para tirar cohetes pero, desgraciadamente, los que optamos por este tipo de consumo somos aún una minoría.



Al día siguiente, además, nos levantamos con las conclusiones de un nuevo informe de WWF que pinta un panorama muy chungo si seguimos consumiendo tal y como lo hacemos en estos momentos: la humanidad necesitaría casi tres planetas Tierra para satisfacer las demandas alimentarias y energéticas de los más de 9.000 millones de habitantes que habrá en 2050. Por eso queremos centrarnos en lo que más nos gustó de la feria de ayer: ver a los niños disfrutando como los enanos que son con los talleres de cultivo, reciclaje y juegos organizados por Mama Terra, centrada en educar a los niños en el respeto medioambiental a través de lo que mejor saben hacer: jugar.


Así que hemos decidido dedicar este post a los más canis con una selección de los juegos y juguetes que encontramos por la feria. Todos ellos están fabricados con materiales naturales o reciclados, no son tóxicos, cuidan el packaging y pretenden despertar en el niño la curiosidad, la imaginación o, directamente, su conciencia medioambiental. Igual así, jugando, aprenden a manejar el planeta y sus recursos mejor de lo que lo hemos hecho generaciones anteriores.:

Nuestros ECO-TOYS favoritos:

Makedo: Es lo más de lo más en términos de eco-juguete porque el juego es, sencillamente, ¡reciclar!

Se trata de un sistema de conexión que te permite unir entre sí materiales como cartón, plástico o tela. Puedes hacer un avión, una cocinita, un coche, un disfraz, lo que se te ocurra. Cuando te canses de ello, tiras de las piezas de conexión y ¡vuelves a empezar! La clave es animar al niño a reutilizar todo lo que encuentre a su alrededor así que las posibilidades son infinitas.
Si quieres ver más ejemplos de utilización del kit entra en la página My makedo. Se puede comprar en Imaginarium y en www.hullitoys.com, y su precio es 19,95€.



Ludojoc: No podemos resistirnos a presentarte esta marca de juguetes artesanos hechos primorosamente con maravillosas maderas y barnizados con cera de abeja, 100% libres de tóxicos.


Pero no son sólo los materiales y el diseño lo que nos ha cautivado de esta marca, sino su filosofía. En lo que se refiere a sus procesos de producción, Ludojoc elige siempre maderas locales y de bosques controlados para reducir su impacto sobre el medioambiente. 

En lo que concierne al concepto del juguete, su objetivo es hacer artículos duraderos y atemporales, para luchar contra la cultura del comprar, tirar y comprar que vivimos. Y sobre todo nos gusta mucho que son juguetes sencillos que permiten - o incluso exigen - de su receptor, el niño, que imagine y que invente. A su bola. Por eso dividen su catálogo juegos de imaginación, juegos de ingenio y tradicionales. Ah, ¡también tienen juegos de mesa! Puedes comprarlos en su web: www.ludojoc.com.


Bioviva: La marca francesa acaba de aterrizar aquí, en España. Se especializa en juegos de mesa en los que se incita al niño a contemplar el mundo con curiosidad, y el mensaje eco de la marca es más que evidente. En lugar de dominar el mundo como en el Risk, o de acumular vienes para convertirse en pequeños capitalistas como en el Monopoly, a los canis se les anima a ver el mundo como algo que se debe preservar y se les incita a compartir e intercambiar.  
Bioviva también elige cuidadosamente sus materiales y evita el exceso de packaging, así que si te interesa echarle un vistazo a su catálogo entra en www.bioviva.com


Seguiremos informando sobre todas las novedades que encontremos en las tiendas y webs sobre juguetes y cosas para nuestros eco-kids. ¡Hasta pronto!


Estos juguetes fomentan:





miércoles, 9 de noviembre de 2011

BELLEZA ECO: CHAMPÚS CON CABEZA



Seguro que has oído hablar de las sustancias químicas que se añaden a cosméticos como las barras de labios o las lacas de uñas, pero ¿alguna vez te has preguntado que te “echas para el cuerpo” cuando te metes en la ducha? O, más precisamente, ¿eliges con cabeza los productos con los que te cuidas el cabello?
El champú es uno de los productos que utilizamos con mayor regularidad y, es precisamente, uno de los más “culpables” en lo que aditivos tóxicos y sintéticos se refiere. La mayoría de las grandes marcas de consumo masivo contienen laurilsulfato de sodio, una sustancia química que, según la industria cosmética, es un suave limpiador de la piel y del cabello. Y lo es, en dosis mínimas, pero su uso continuado puede inflamar la epidermis, producir reacciones alérgicas y resecar el cuero cabelludo. Así que puede ser malo para tu salud, pero lo que es innegable que es malo para la salud del planeta ya que es altamente contaminante y, cuando es vertido al mar, es letal para la vida marina. Las marcas más económicas contienen, además, parabenes y detergentes industriales que son muy tóxicos. Hasta aquí las malas noticias. Ahora las buenas. Afortunadamente los bio-cosméticos naturales tienen cada vez más mercado y más oferta de productos verdes y eco-amigables. Hemos probado algunos para ver qué tal funcionan. Te lo contamos.


Los productos que figuran en este artículo:






Aveda Damage Remedy Restructuring Shampoo
Todo en este champú es 100% natural al estar hecho con extractos vegetales como la proteína de quinoa, coco y babassu. También se fabrica con energía eólica y todos los ingredients provienen de una explotación ética. ¿Y funciona? Desde luego, nutre y protege el pelo y lo deja brillante. Es una gozada.


Consultar puntos de venta en www.aveda.es





Pureology Super Smooth Shampoo

Los productos de esta marca son 100% veganos, no tienen ni sulfatos ni parabenes y no se prueban en animals. La verdad es que no son baratos, pero los envases son grandes y duran mucho más tiempo que las marcas comerciales. No solo te dejan el pelo de maravilla, sino que huelen ¡aún mejor!

Más información en 
www.pureology.es




Champú Regenerador Mon Deconatur 

Es el shampoo perfecto para cabellos castigados a base de teñidos continuados. Es muy nutritivo gracias a su contenido en karité eYlang-Ylang. Todos los productos de Mon Natur son absolutamente eco-friendly, así que no tienes que preocuparte de que no sea totalmente eco.

Lo puedes comprar en www.mondeconatur.com















Champú de Aloe Vera 001 de Green People

Un producto para todos, incluso para los más pequeños, que se puede usar a diario porque es suave y no irrita. Está certificado como champú orgánico al 100% y está hecho enteramente de Aloe Vera.

jueves, 3 de noviembre de 2011

¡TOMA DEL FRASCO!: EL TIMO DEL AGUA EMBOTELLADA

















¿Te comprarías un bocata de chorizo que costara 6.000 pavos? Eso es, básicamente, lo que haces cuando te compras un botellín de agua por la calle:pagar dos mil veces más de lo que vale el agua del grifo. Pero además, no es ni más pura ni más sana y, encima, es un desastre desde el punto de vista de la sostenibilidad. Analizamos este gran invento del marketing y del mercado: el agua embotellada.

¡TOMA DEL FRASCO, CARRASCO!

En términos de sostenibilidad, el agua embotellada es, sencillamente, desastrosa. El agua embotellada produce hasta 1,5 millones de toneladas de residuos plásticos al año, que requieren casi 84 millones de litros de petróleo para producirse y necesitarán 500 años para biodegradarse. Y el consumo de agua embotellada sigue creciendo en todo el mundo: alcanzando ya 160 billones de litros al año. Pero, atentos, también tenemos “estadísticas patrias” que quitan –como el agua- el hipo. Las ventas de agua embotellada siguen creciendo en España: han pasado de los 2.000 millones de litros a principios de los noventa a 5.600 millones en 2008 (somos el tercer país consumidor en la UE). Y como consecuencia usamos alrededor de 5.000 millones de botellas de plástico.




Un metro cúbico de Bling costaría ¡35000 dolares!
Por si estas cifras no fueran lo suficientemente alarmantes para el medioambiente, resulta que la mayor parte del agua embotellada viaja miles de kilómetros desde su procedencia a los puntos de venta. Por poner un ejemplo, la famosa marca francesa Evian exporta el 60% de producción más allá de sus fronteras. O hay marcas de agua que viajan más de 4.000 kilómetros entre Escandinavia y Arabia Saudí o Fidji y Estados Unidos. Tienen que ser la repera para que nos compensen tanto esfuerzo (y huella de carbono), ¿no? Pues resulta que no. Que no son ni más puras ni más sanas que el agua del grifo. Y, de hecho, algunas marcas, como Aquabona, no son más que agua del grifo refinada. 

Pero, insistimos, algo especial tienen que tener si pagamos 2.000 veces más por un litro de agua embotellada que por uno del agua del grifo o, en casos como algunas marcas como Bling, por las que pagamos 40 dólares. Vamos, un agua cuyo metro cúbico costaría 35.000 dólares tiene que ser la leche. Que no, que no, los expertos insisten, ni es de mejor calidad ni tiene propiedades especiales para la salud, e incluso en muchas de ellas hay rastros de contaminación. Si ni jartos de vino pagaríamos 6.000 euros por un bocata de chorizo (por muy re-ibérico que fuera el embutido en cuestión y muy pata negra que fuera el cerdo de origen), ¿qué diantres hacemos pagando eso por una botella de H2O? Parece de tontos, pero es justo lo que hacemos.

El genio de la botella

Eso es lo que son los que se han inventado el asunto éste del agua embotellada. ¡Unos genios! Annie Leonard en su estupendo documental La historia del agua embotellada cuenta cómo fueron los albores de este producto de gran consumo:






Fue la industria de los refrescos la que, en los años 70, empezó a plantearse si había tocado techo con sus cifras de consumo. Al fin y al cabo, ¿cuánta cantidad de refresco puede beber una persona por día? Oteando nuevos horizontes comerciales, se les ocurrió la brillante idea de comercializar lo que es prácticamente gratis con tan sólo abrir el grifo.





Así que, ni cortos ni perezosos, se pusieron manos a la obra, nos imprimieron en la retina de imágenes de prístinos manantiales y nevadas motañas (una de nuestras campañas favoritas, la que te dejamos abajo de Bezoya con unos sonrientes y felices delfines, cuando los residuos plásticos en los océanos están mermando la población de este mamífero marino) , nos llenaron la cabeza de datos (falsos) sobre sus ventajas para nuestra salud y , 40 años después, han creado en nosotros la absoluta y arraigada necesidad del agua “mineral” a precio de ¡gasolina! Sí, señores, un litro de agua embotellada vale igual que un litro de gasolina. Considerando que la materia prima es muchísimo más barata y no necesita ningún proceso de refinamiento, ¿cómo puede alcanzar ese precio? Pues hay cuatro motivos.



1 Que estamos dispuestos a pagarlo.

2 Sus gastos en marketing y publicidad.

3 Los gastos de embotellamiento y distribución.

4 Más margen de beneficio para ellos.





Agua que no has de beber, déjala correr…

Campaña Eau de Paris
Así que la resistencia al agua embotellada se ha empezado a organizar en todo el mundo. No sólo organizaciones como Greepeace o Ecologistas en Acción han lanzado su campaña, algunas pequeñas ONG’s como la australiana Do Something consiguió prohibir la venta en algunas ciudades. Incluso el gobierno inglés, tras la emisión del documental de la BBC Agua embotellada, ¿quién la necesita? (emitido aquí por la 2 de TVE) con sus impactantes imágenes de vertidos de plástico en los basureros y en el fondo del mar, prohibió el agua en botella de plástico en dependencias estatales; y el alcalde de Londres se sumó a la campaña animando a los restaurantes de lujo a servir jarras de agua y no agua mineral. Algo que también hizo – en plan chic, como corresponde – la ciudad de París con la campaña “Eau de París”, en la que se distribuían garrafas de cristal de diseño para fomentar el uso del agua del grifo. Así que la próxima vez que vayas a comprar un botellín, ¡piénsatelo dos veces y déjalo correr!

¿De qué sirve tu pequeño gesto contra una industria que, tan solo en España, genera mil millones de euros? Pues, para empezar, para reducir los residuos plásticos y, en segundo lugar, porque acciones como la tuya sumada a las de muchos otros pueden acabar con una necesidad falsa producto de una genial campaña de marketing. Ya sabes, cuando el río suena, agua lleva... Así que, ¡tú mismo!



El no consumo de agua mineral fomenta: