miércoles, 19 de marzo de 2014

Pobreza energética: si la barba de tu vecino ves cortar, pon la tuya a remojar


Arropadas con mantas y alumbrados con velas, 400 personas ocuparon una oficina de Endesa en Barcelona para protestar por la pobreza energética: un problema que afecta ya al 15% de los españoles… y seguimos sumando.

A menudo desde el conTÚmismo pensamos que deberíamos arremangarnos y encomendarnos la ardua tarea de crear un “Nuevo léxico contemporáneo”. Una obra de referencia a modo de sui generis diccionario en el que se reunieran todas las palabras, acrónimos, conceptos y términos que los “expertos”, los medios y el mercado nos están haciendo aprender en estos últimos tiempos. 

Haría falta haber vivido en Marte una buena temporadita para no haber aprendido, por ejemplo, “prima de riesgo”, un término que muy pocos conocíamos antes de la crisis. Pero la lista es mucho más larga y engloba conceptos y palabras acuñadas por expertos, políticos y medios para definir  lo que nos ocurre, lo que vivimos, cómo nos comportamos… Otras palabras y conceptos no son nuevos, desde luego, pero o han cobrado un nuevo significado por su incidencia en nuestras vidas. ”Pobreza energética” es uno de ellos y  lo hemos aprendido cuando  ha pasado de ser un término a ser una realidad de nuestro día a día. Una demostración de que “la letra con sangre entra”, vamos.

En 2012 más de 1,4 millones de hogares españoles sufrieron un corte de luz y se calcula que alrededor de cuatro millones de personas (un 10% de los hogares españoles) no pueden pagar sus facturas energéticas. Estos datos pertenecen al estudio “Pobreza energética en España, publicado por la Asociación de Ciencias Ambientales que promete un inminente nuevo estudio para este primer trimestre de 2014, aunque ya adelantan que prevén que la pobreza energética en nuestro país alcanzará ya el 15%.

Estos datos y las también alarmantes cifras y estadísticas de las subidas en los precios de la energía nos han estado acompañando durante todo el invierno, una época en la que el término cobra dimensiones trágicas. Según Cruz Roja, el 58% de las personas atendidas por la organización no podían pagar sus suministros, y la cada vez mayor demanda de productos que no necesiten cocción en los bancos de alimentos es otra demostración de la gravedad de un problema que también tiene sus consecuencias para la salud. La tasa de mortalidad adicional de invierno en España es una de las más elevadas de Europa: 20.000 muertes prematuras de las que entre un 10% y un 40% se debe a la pobreza energética que empeora la calidad de vida y afecta principalmente a enfermedades de tipo respiratorio.  Refrescarse en verano puede ser solo para ricos, pero calentarse en invierno debería ser algo al alcance de todos.



Los que piensen que este problema solo afecta a los extractos más desfavorecidos de la sociedad que se olviden de eso y se apliquen lo de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. El desempleo,  los recortes en ayudas y la falta de poder adquisitivo de aquellos que aún tienen trabajo pero en condiciones precarias y con salarios cada vez más bajos,  han hecho a mucha gente “pobres energéticos”.  Casi todos (menos los más privilegiados) somos más pobres energéticamente y lo demuestran los cambios en nuestros hábitos diarios. Que tire la primera piedra el que, hoy en día, no apague una lámpara cuando enciende otra, que calcule cuándo encender la calefacción o piense cuánto cuesta un plato a cocina en términos energéticos. Y esto ha venido para quedarse, nos tememos. El inminente pico del petróleo (ese momento no tan lejano en el que el  petróleo sea tan caro que el precio de la vida se dispare de tal manera que acción diaria que requiera de energía sea insostenible económicamente para el ciudadano medio), o la carga que supone la investigación e implantación de energías sostenibles no derivadas del petróleo en el precio de las energías convencionales parece pronosticar que los precios no van a bajar y, por ende, no va a pertenecer al universo de la consparanoia sino al de nuestra realidad. Un problema de tales dimensiones potenciales debería ocupar nuestra atención.


Ayer martes 18 de marzo de 2014, se realizó por primera vez en España una acción en contra de la pobreza energética con la ocupación de una oficina de Endesa en la Gran Vía de Barcelona.  La protesta se organiza porque está a punto de terminar la “tregua” de invierno que habían dado las energéticas a aquellas familias que demostraron ante los servicios sociales que no podían pagar los suministros. Ahora estas familias se encuentran ante la irónica situación de tener que pagar no solo en reenganche sino las deudas acumuladas durante el invierno. Entre las casi 400 personas que “tomaron” las dependencias de la energética se encontraba Ada Colau, fundadora de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca,  y la acción ha tenido buenos resultados: la compañía está dispuesta  a  reunirse con miembros de la plataforma para escuchar sus reivindicaciones. Que la reunión cambie algo para el consumidor, para el ciudadano, está por ver, pero lo que está claro es que las acciones ciudadanas sí tienen sentido, sí pueden ser eficaces y sí pueden generar cambios. Las protestas del barrio de Gamonal son buena prueba de ello: el Ayuntamiento de Burgos ha reculado y no se van a hacer las obras planificadas que levantaron a los vecinos de este barrio combativo y obrero. Si ellos se unieron alrededor de un problema específico y lo han conseguido, imagina lo que podemos hacer si nos unimos todos para cambiar algo que puede afectarnos potencialmente a eso, a todos. Al fin y al cabo, la mayoría ya deberíamos ir poniendo la barba en remojo. 

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