Martes, jornada de liga. Aprovechando que había quedado para ver el partido con dos amigos y que me tocaba hacer la cena, en el tren de vuelta a casa, se me ocurrió un ejercicio muy simple: percibir el plástico que rodee mi rutina alimenticia tomando como referencia la cena de ese día y el desayuno de la mañana siguiente. Anotar los paquetes, utensilios, bolsas o cualquier plastic stuff que intervengan en cocinar una simple pasta boloñesa y un desayuno. Comenzando desde el principio: la compra.
Al menos los pimientos vienen en bote de cristal, lo que me permitirá reutilizar el frasco. En la caja meto todo en mi mochila y así, evito llevarme bolsa.
Llego a casa, comienzo a cortar el pimiento y la cebolla y no puedo evitarlo, me fijo en que el mango del cuchillo es de pvc negro. Continuo, pongo la sartén (con mango idem del cuchillo) para el sofrito. Maldición, la botella de aceite; otro más. Cuezo la pasta, que venía en su bolsita cerrada, y al sacarla, utilizo el fantástico colador de plástico de la tienda de menaje. Añado un poco de mantequilla que viene en su papel plastificado. Seguimos.
Saco la carne de su bullicioso pack con film, la mezclo con el sofrito y añado tomate, que por supuesto, viene en tetrabrick. Más. Sal-pimento la salsa, y reparo que la pimienta viene en su frasco transparente, por supuesto de plástico. Y me queda otro: el caldo carne y su envoltorio.
Al fin nos sentamos a cenar con una botella de agua de, adivina, ¡plástico!
Nos ponemos a ver el partido, y de postre, uno de mis compis ha traído dos paquetes de chocolatinas; envoltorio de papel plastificado y en el interior, plástico rígido.
A la mañana siguiente, soy de desayunar algo rápido, tostada con mantequilla y café. Seguimos sumando: acabo con el tetra-brick de leche y el paquete de mantequilla, además del envoltorio del paquete de café recién empezado. ¡Todo esto en dos minutos!
La lista de artículos es interminable y seguro que se me ha pasado más de uno en esta tarde- noche -mañana en la que mi atención, aparte del fútbol, estaba en el plástico. En referencia a su cotidianeidad y aceptación, aparte de ser muchas veces asociado con un supuesto progreso para nuestros hogares, se nos olvida que este material se fabrica a partir del petróleo, con todo los efectos secundarios que esto conlleva (mirar ciudades de transición) y, sobre todo, se nos olvida que cualquiera de esos packs nos va a sobrevivir a nosotros y a los hijos de los hijos de nuestros hijos, con el consiguiente precio para el medio ambiente. El plástico, además, ofrece pocas posibilidades de reutilización en el hogar y sólo algunos tipos pueden ser reciclados.
A pesar de ello, depositarlo en lugares adecuados para que ese reciclaje haga lo que pueda, parece lo mínimo.
Conclusión: merece la pena ser conscientes, evitar packs y bolsas innecesarias con una simple planificación de esa compra. Por lo general, el pequeño comercio utiliza mucho menos plástico. No aceptar tan fácilmente el axioma del poco tiempo para comprar debido al ritmo de la vida. Dediquémonos más energía y a poner más en la balanza. La recompensa está ahí, requiere un poco de esfuerzo pero nos hará mucho bien a nosotros y a los nuestros: TÚ MISMO.
P.D.: Algún tip ingenioso para reutilizar las dichosas bolsas
Reducir el consumo de plástico fomenta: