martes, 25 de octubre de 2011

EL FIN DE PLASTIC WOMAN



Comenzamos nuestra serie sobre el plástico, un material no degradable y derivado del petróleo, del que parecemos ser absolutamente dependientes. En esta primera entrega, las bolsas de plástico.. 

En el conTÚmismo nos hemos encomendado la tarea de analizar cada semana un material o combustible que utilicemos de forma habitual y cuyo uso debemos, al menos, reducir si no es posible prescindir de él totalmente. Para empezar, la pièce de résistance de los materiales modernos: el plástico. Así a que nos hemos puesto a manos a la obra y hemos rebuscado información y datos para tener un criterio sólido y fundamentado a la hora de hablar de él. Las cifras son de infarto. Las opiniones y posturas múltiples, hasta las más radicales que abogan por la NO utilización del plástico afirmando que ni el reciclaje ni la reducción sirven para nada, y que la recomendación del uso de bioplásticos no es más que un engañabobos.

Nosotros no somos expertos para plantear argumentos científicos ni proponer materiales alternativos, no somos gobernantes que podamos legislar sobre su uso o reciclaje, ni siquiera productores o fabricantes que podamos implementar medidas ecológicas y sostenibles a nuestros productos, somos ciudadanos de a pie que, a la espera que éstos actúen de una vez, solo podemos aportar nuestras pequeñas acciones esperando que, sumadas a las de otros muchos ciudadanos como nosotros, generen grandes cambios. Así que hemos pasado de lo macro a lo micro – es decir a nuestro propio entorno – para hacer nuestro pequeño “experimento” sobre el plástico.

Como conTÚmista, desde que empecé a pensar en mi uso de plástico hemos hecho algo importante: crear conciencia. Conciencia de lo rodeados que estamos por este material prácticamente incorruptible (puede tardar en descomponerse entre 400 y 1.000 años, pero sus residuos químicos pueden durar bastante más) y que nos hace absolutamente dependientes del petróleo.

Vale, no es la primera vez que oyes eso y seguro que tienes bien asimilado intelectualmente que el plástico es malo, es contaminante y es un derivado del maldito “oro negro”. Pero, ¿realmente has interiorizado el problema y eres consciente de que puedes ser parte de la solución? Te proponemos un experimento, y está chupado de hacer. Básicamente, todo aquello que no está hecho de madera, tela, papel o metal está ¡hecho de plástico! El premio se lo llevan la cocina y el baño: menaje, productos de limpieza, la propia comida, los cosméticos… Y si reciclas, fíjate que sacas de media tres veces más de bolsas de plástico y envases que de papel o de materia orgánica.
 Y nos quedamos con eso, con las bolsas. Porque merecen un capítulo por sí mismas. Ojo a los datos:

  • Cada año aproximadamente entre 500.000 millones y 1 billón de bolsas de plástico son consumidas alrededor del mundo, lo que representa que cada minuto se consumen 1 millón de estas bolsas. Además millones de ellas se convierten en basura cada año.
  • La producción de bolsas de plástico crea suficientes residuos sólidos por año como para llenar el Empire State Building dos veces y media.
  • Solo en los EEUU, se estima que se necesitan 12.000.000 millones de barriles de petróleo para producir 100.000 millones de bolsas de plástico.
  • Cerca de 100.000 animales marinos mueren cada año por culpa de las bolsas de plástico, entre ellos se encuentran animales tan emblemáticos como tortugas, ballenas y delfines.
  • En algunas partes del océano la concentración de plásticos es tan elevada que representa una proporción de seis partes de plástico por una de plancton.

Para planteárselo, ¿verdad? Yo me lo he planteado. Me he dado cuenta de que soy una Plastic Woman que, al igual que muchos superhéroes de los cómics como Spiderman, Daredevil, Hulk o Radioactive Man han mutado en contacto con alguna sustancia tóxica. Sólo que más que heroína, soy una villana porque mis “poderes” tan sólo solo acumular y crear basura. Así que he emprendido mi propia guerra contra el material, y decidido apartarme lo más posible de esta kriptonita negativa. Mi primera batalla, las bolsas de plástico. Mi arma: una maravillosa bolsa de tela para la compra que cuelgo visiblemente en la puerta de la cocina para que no se me olvide.



Y se me olvida, y cada vez que tengo que coger una bolsa en el mercado me mosqueo, me siento fatal. Porque ya tengo conciencia. Así que sí, intento coger tan sólo una, devuelvo en el estanco y en la farmacia, esas mínibolsas que te dan con tan sólo comprar un paquete (de tabaco o de aspirina) y muchas veces cargo mi enorme bolso de productos alimenticios. Creo que voy a pedir refuerzos y me voy a hacer con un arma de destrucción masiva: ¡el carrito de la compra! Si lo pongo delante de la puerta de la calle, seguro que me lo llevo.


Y argumentarán algunos, "¿qué más da lo que tú hagas? Es insignificante". Pues no lo es.

Con el petróleo necesario para producir 14 bolsas de plástico un coche podría recorrer 1,5 kilómetros. 

Si dejará de utilizar 140 bolsas de plástico (que no es nada, os lo aseguro, echarle un vistazo a las que tenéis acumuladas en casa), ese petróleo movería un coche durante 15 kilómetros. Si, además, nos ponen por fin en Madrid un carril-bici, tampoco cochería el coche jamás, y ahorraría aún más petróleo. Y eso reduciría mi huella de carbono. Si lo hiciéramos diez personas, eso se multiplicaría por 10. Y así…

Otros dirán, ¡qué doméstico todo! Pues sí, pero mira, tacita a tacita – como decía Carmen Maura en el famoso anuncio de café Monky de los 80 – reduciríamos basura tóxica, ahorraríamos petróleo y aligeraríamos nuestra huella de carbono…e igual cambiábamos el mundo. Es una buena oferta.




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