viernes, 28 de octubre de 2011

Diez horas entre la cena y el desayuno: 500 AÑOS DE BIODEGRADACIÓN... si quieres

El simple ejercicio de guardar los envases generados durante una cena con dos amigos más el desayuno de la mañana siguiente, puede hacerte parar y reflexionar un buen rato. Y eso me pasó, porque esta semana monotemática del plástico en el conTÚmismo, ya de por sí, ha logrado que los contumistas permanezcamos más alerta ante el uso de packs, bolsas y envoltorios a nuestro alrededor, constatando la ligereza y frecuencia con la que se utiliza un material al que ya nos hemos habituado de manera alarmante, sin tener en cuenta las consecuencias de su uso para el medio ambiente.


Martes, jornada de liga. Aprovechando que había quedado para ver el partido con dos amigos y que me tocaba hacer la cena, en el tren de vuelta a casa, se me ocurrió un ejercicio muy simple: percibir el plástico que rodee mi rutina alimenticia tomando como referencia la cena de ese día y el desayuno de la mañana siguiente. Anotar los paquetes, utensilios, bolsas o cualquier plastic stuff  que intervengan en cocinar una simple pasta boloñesa y un desayuno. Comenzando desde el principio: la compra.

Salgo tarde de trabajar, no tengo más remedio que hacer mi compra en la gran superficie de marras. No hay carnicería, por lo que no hay más que carne picada empaquetada; y para una cebolla, he de utilizar una bolsa con la única función de que el amable señor de la sección-frutería me la pese y etiquete el precio ¡Aaaaaaaggghhh!

Al menos los pimientos vienen en bote de cristal, lo que me permitirá reutilizar el frasco. En la caja meto todo en mi mochila y así, evito llevarme bolsa.

Llego a casa, comienzo a cortar el pimiento y la cebolla y no puedo evitarlo, me fijo en que el mango del cuchillo es de pvc negro. Continuo, pongo la sartén (con mango idem del cuchillo) para el sofrito. Maldición, la botella de aceite; otro más. Cuezo la pasta, que venía en su bolsita cerrada, y al sacarla, utilizo el fantástico colador de plástico de la tienda de menaje. Añado un poco de mantequilla que viene en su papel plastificado. Seguimos.

Saco la carne de su bullicioso pack con film, la mezclo con el sofrito y añado tomate, que por supuesto, viene en tetrabrick. Más. Sal-pimento la salsa, y reparo que la pimienta viene en su frasco transparente, por supuesto de plástico. Y me queda otro: el caldo carne y su envoltorio.

Al fin nos sentamos a cenar con una botella de agua de, adivina, ¡plástico!
Nos ponemos a ver el partido, y de postre, uno de mis compis ha traído dos paquetes de chocolatinas; envoltorio de papel plastificado y en el interior, plástico rígido.


A la mañana siguiente, soy de desayunar algo rápido, tostada con mantequilla y café. Seguimos sumando: acabo con el tetra-brick de leche y el paquete de mantequilla, además del envoltorio del paquete de café recién empezado. ¡Todo esto en dos minutos!

La lista de artículos es interminable y seguro que se me ha pasado más de uno en esta tarde- noche -mañana en la que mi atención, aparte del fútbol, estaba en el plástico. En referencia a  su cotidianeidad y aceptación, aparte de ser muchas veces asociado con un supuesto progreso para nuestros hogares, se nos olvida que este material se fabrica a partir del petróleo, con todo los efectos secundarios que esto conlleva (mirar ciudades de transición) y, sobre todo, se nos olvida que cualquiera de esos packs nos va a sobrevivir a nosotros y a los hijos de los hijos de nuestros hijos, con el consiguiente precio para el medio ambiente. El plástico, además, ofrece pocas posibilidades de reutilización en el hogar y sólo algunos tipos pueden ser reciclados.

A pesar de ello,  depositarlo en lugares adecuados para que ese reciclaje haga lo que pueda, parece lo mínimo.


Conclusión: merece la pena ser conscientes, evitar packs y bolsas innecesarias con una simple planificación de esa compra. Por lo general, el pequeño comercio utiliza mucho menos plástico. No aceptar tan fácilmente el axioma del poco tiempo para comprar debido al ritmo de la vida. Dediquémonos más energía y a poner más en la balanza. La recompensa está ahí, requiere un poco de esfuerzo pero nos hará mucho bien a nosotros y a los nuestros: TÚ MISMO.

P.D.: Algún tip ingenioso para reutilizar las dichosas bolsas



Reducir el consumo de plástico fomenta:


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