El artista sur-coreano Choi Jeong Hwa es reconocido mundialmente por sus espectaculares instalaciones de plástico y materiales sintéticos a gran escala. Ya hablamos en su día de garbage art,de sus actuaciones en el Estadio Olímpico de Seúl o de su fachada del hotel fabricada a partir de puertas recicladas.
Ahora es noticia ya que ha realizado una nueva instalación a la que ha denominadoAir, Air para el Festival internacional de Perth, en el que ha construido dos pirámides gigantes utilizando cestas para la compra de plástico.
En la entrevista se muestra como un tipo auténtico, persona antes que artista. Se define como un intruso que pierde el tiempo y que juega con la ambigüedad de convertir objetos cotidianos (muchos de ellos de consumo) en arte o no; artículos frágiles, chocantes o coloristas. Como la instalación Guns, Germs and Steel, en la que atrapa al visitante en un laberinto de cestas de plástico y que es una de sus favoritas. Allá va:
Marks es el fundador del Centro por el Bienestar, parte del think tank para una nueva economía, la New Economics Foundation, y un pensador a tener en cuenta en estos momentos de replanteamiento de todo el sistema. Su propuesta es la creación de un nuevo sistema que priorice la felicidad y el planeta sobre el PIB.
Estadista de profesión, Nic Marks es una de las voces más interesantes del panorama actual. Este británico ha conseguido medir estadísticamente la felicidad y ha analizado e interpretado los datos sacados de sus estudios para aplicarlos a campos como la educación, el desarrollo sostenible y la economía. Su trabajo es reunir datos sobre las cosas que nos hacen felices, y utilizar esa información para presionar a los políticos a crear leyes que pongan a los humanos y al planeta por delante de las consideraciones que ahora rigen la política global. Sus actividades – y su proyección personal – han obligado al gobierno británico a, por lo menos, encargar a la NEF algunos estudios sobre un giro político de acorde a estas premisas. Que luego lo hagan es dudable. Pero que, al menos, se interesen ya es algo.
El argumento de Marks es que la calidad de vida es algo que se puede medir pero que, al contrario de lo que ha movido al mundo hasta ahora, nuestra satisfacción no la provoca el éxito material sino nuestra conexión con los demás, nuestro compromiso con el mundo y nuestra sensación de libertad o autonomía. De su investigación de muchos años, Nic Marks creó el Happy Planet Index (del que hablamos en otro post, que puedes leer pinchandoaquí), un sustituto del PIB que mide la calidad de vida y el desarrollo sostenible de un país. Con estas variables ha realizado su propia tabla de índice de felicidad de los países del mundo y en la que la mejor parada es Costa Rica; irónicamente, ninguno de los que forman parte del G10 están siquiera cerca de la cabeza de la lista.
Si te interesa escuchar a Marks, pincha aquípara ir a una de sus apasionantes conferencias. El tipo es, además, un carismático que te deja imantado ante la pantalla del ordenador.
El 20 de abril del 2010 se produjo una gran explosión en la plataforma Deepwater Horizon de BP situada en el Golfo de México a 64 km. de la costa, 11 empleados de la compañía murieron y resultaron heridos otros 17. El accidente, que comenzó siendo un drama humano, pasó a ser además una catástrofe ecológica, al hundirse la plataforma y desprenderse el petróleo que contenía. Esto provocó el segundo mayor vertido de crudo de la historia, sólo superado por el de los soldados iraquíes de 1991 en la guerra del Golfo, aunque éste fue intencionado.
La plataforma, que se hundió a 1.500 metros, pesaba 58.000 toneladas y derramó al mar 5 millones de barriles de crudo. La marea negra, a la que se intentó frenar de todas las formas posibles (incluso utilizando dispersantes tóxicos, siendo en sí misma, otra aberración ecológica) llegó a la marismas y arrasó lo que encontró.
Daniel Beltrá, como fotógrafo de Greenpeace, fue a mostrar al mundo lo que había pasado y, como conservacionista, trató de agitarnos para que el mensaje llegara lo más impactante posible. La belleza formal de sus imágenes hace de paradoja-palanca que debe removernos la conciencia y el estómago, encierran un drama para la fauna del lugar (es incalculable la matanza de aves y peces que produjo); e incluso para la industria turística de aquella costa. Se calcula que serán 23.000 millones de dólares en tres años el coste de las pérdidas totales.
Multi-premiado internacionalmente por su trabajo, Daniel nos explica, en la entrevista concedida a Carne Cruda de RNE3, como se desarrolló todo (a partir del minuto 17):
Algunos datos: Lo que se desprendió durante aquellos tres meses, 5 millones de barriles, supone una cuarta parte de lo que consume EEUU diariamente; este país, él solo, consume más petróleo (20,7 millones de barriles) que los cinco siguientes juntos:
Dato: Oil Consumption de NationMaster
Ya avisábamosla semana pasada sobre las pretensiones de Shell de perforar el Ártico en busca de petróleo. Esto debe parar, comenzando con nuestras pequeñas acciones de cada día, reducir el consumo de petróleo y derivados de nuestras rutinas, o la carta que os pedíamos firmar, a través de Greenpeace, para parar los pies a la petrolera Shell.
Puedes ya visitar las fotos de Daniel Beltrá expuestas en La Roca Gallery; exposición Marea Negra. No debes perdértela y nosotros tampoco. Por eso estuvimos allí:
El argentinoMáximo Gonzálezes un artista polifácetico en el sentido más estricto; ha hecho poesía, ha dirigido películas, instalaciones, es escultor, pintor... pero más allá, es un visionario que ha estado ya en el futuro; o eso dice él. En un futuro sin petróleo.
Sus dibujos, realizados a acuarela, lápiz y tinta, diferencian intencionadamente entre la máquina, siempre a línea; y lo vivo, coloreado y con más detalle. Como quitándole el espíritu al monstruo y devolviéndoselo al árbol. Orgánico y artificial; esencial y prescindible.
La serie a la que ha denominado "Proyecto para la reutilización de vehículos obsoletos después de la extinción del petróleo" nos lleva al uso, no tan lejano, que deberán asumir esas máquinas que utilizamos para movernos, transportar las mercancías que consumimos o para hacer la guerra; y que dependen de una fuente de energía que tiene su fin a la vuelta de la esquina. Esa visión ya suena a apocalipsis de una forma de vida. ¿Se sacrificarán esas máquinas de la guerra cuando llegue el fin de su combustible en aras del alimento que necesita el mundo? ¿Es una ingenuidad? Mientras esperamos la respuesta, me abrazo a la visión de Máximo.
Hemos conseguido lo que parecía imposible: descongelar los Polos. El calentamiento abre las últimas fronteras salvajes del planeta a la depredación de las compañías petroleras. Greenpeace pide que le mandes un mail al presidente de Shell para que no envíen su primer buque perforador.
Pocos lugares han quedado lejos de la mano del hombre en nuestro planeta. Sólo se han salvado aquellos que, por las condiciones meteorológicas, parecían inaccesibles para nosotros. Los adelantos tecnológicos ya pusieron a merced de la explotación humana los desiertos aunque cultivar en dichos terrenos resulta bastante poco rentable debido a sus enormes gastos energéticos y pobres resultados (por no hablar de la locura que significa regar con agua subterránea que se ha acumulado a lo largo de millones de años y que, una vez gastada, nunca se volverá a acumular). Pero nos hemos empeñado en que explotar hasta el último milímetro de tierra significa progreso.
Ahora el “progreso” llega, señores y señoras – y nótese el uso de comillas como recurso para expresar toda la ironía posible – a las zonas congeladas de la tierra. Realmente ya la única reserva virgen del planeta. El calentamiento global y el consiguiente deshielo han abierto esos territorios – especialmente el Ártico – a los depredadores humanos. Las compañías petrolíferas se frotan las manos – y no precisamente debido al frío – pensando en las nuevas reservas de crudo que encontrarán agujereando, por ejemplo, Groenlandia.
El equilibrio del Ártico ya está amenazado desde hace tiempo, con algunos de sus íconos como los (cada vez más numerosos) icebergs a la deriva o los osos polares (en vías de extinción) como muestra de este problema. Pero la situación puede volverse realmente desastrosa y tener graves consecuencias sobre el resto del planeta, si permitimos que desembarquen allí las grandes corporaciones, empiecen las perforaciones y... el “progreso”.
Por eso, Greenpeace pide tu ayuda. Quiere que escribas al mismísimo Presidente de la Shell para impedir que manden el primer buque perforador. Puede que te parezca que tú no puedes hacer nada, pero ya sabes que el ruido asusta a estas compañías y que la presión mediática puede, al menos, hacer que se moderen un poco. Ya sabes que el conTÚmismo está basado en que las pequeñas acciones, sumadas entre sí, pueden generar grandes cambios así que te pedimos tu granito de arena a esta campaña como lo hicimos en para la genial campaña de Barbie contra Mattel y la deforestación de Indonesia. Mattel ha cambiado de tácticas desde entonces, ¿quién dijo que no podemos cambiar las cosas? y, sobre todo, ¿quién dijo que no hay que intentarlo?
Es una práctica habitual que tanto el periodismo como el cine documental que quiere despertar nuestra conciencia ante algo lo haga mostrándonos el lado oscuro, violento, desagradable o negativo del conflicto/problema/evento del que se está hablando. Parece que no somos capaces de abrir los ojos ante algo si no vemos sus peores consecuencias. Home hace justo lo contrario. Es la belleza de sus imágenes lo que sobrecoge e invita a una auténtica epifanía: despertar a la necesidad de hacer algo por un planeta tan bello y tan perfecto, y por el milagro de la vida en él.
Este documental, estrenado en 2009 simultáneamente (y gratuitamente) en infinidad de cines de todo el mundo y en youtube en una versión más breve, no ha estado exento de polémica. Dirigido por Yann Arthus-Bertrand y producido por la productora de Luc Besson, fue financiado por el conglomerado de marcas de alta moda PPR (propietaria de, entre otras, Gucci, Stella McCartney, Puma o FNAC). De la conciencia ecológica de Arthus-Bertrand no hay ninguna duda. Este magnífico fotógrafo francés (habitual de nuestro blog) lleva años utilizando su arte para despertarnos ante de la necesidad de tomar una acción en pro del desarrollo sostenible y del cuidado del medioambiente, y es autor de maravillosos proyectos como “Seis mil millones de otros”. Si para PPR financiar este proyecto no es más que greenwashing es un tema que dejaremos para otro post pero, en nuestra opinión, el mensaje del documental es tan necesario que bienvenido sea el dinero para poder hacerlo.
Descárgatelo y juzga por ti mismo. A base de impresionantes vistas aéreas tanto de paisajes naturales como de paisajes urbanos, en la primera parte del film Arthus-Bertrand va desgranando el milagro de la creación de vida en la Tierra, y el delicado pero a la vez increíble equilibrio entre todos los seres vivos que mantiene vivo al planeta. Poco a poco, vamos viendo imágenes de la intervención del hombre sobre él. Al principio, las de los pueblos que siguen viviendo de la tierra casi como en el neolítico, en respeto con la naturaleza y en dependencia a ella. Pero entonces viene el hombre moderno, el que ha cambiado más la Tierra en 50 años que todos los hombres que han existido antes que él. Nosotros. Que cultivamos cada milímetro de planeta, escarbamos cada rincón en busca de recursos, que mordisqueamos el planeta con un ávido apetito en busca de cualquier cosa para explotar, fabricar, vender, tirar… Y también nuestras metrópolis que crecen verticalmente y consumen energía día y noche; y nuestros grandes logros como el horripilante Dubai ganado al o céano, regado y climatizado a base de petróleo.
Y es entonces cuando nos envía un mensaje contundente: en los 200.000 años que llevamos los hombres sobre la Tierra hemos roto el equilibrio que durante casi cuatro mil millones de años de evolución se había establecido en el planeta. Debemos invertir esa tendencia ¡ya! Y una vez más, al igual que en esta conferencia cuyo video te dejamos aquí, vuelve a repetir que ES DEMASIADO TARDE PARA SER PESIMISTAS. Hay que descartar todo ese derrotismo que nos paraliza e impide que tomemos acción contra el desastre ecológico. Tenemos tan sólo 10 años para generar el cambio o entonces sí que será demasiado tarde.