Una de las nuevas expresiones que nos chirrían cuando las escuchamos o leemos es “Marca España”. –“Marca” y “España” juntas nos suena feo, qué le vamos a hacer. A ver, pillamos el argumento de que un país es un producto y, como tal, necesita un branding y una comunicación o marketing para, al final del proceso, hacer una venta de lo que sea que venda (al parecer, básicamente playa y sol). Lo entendemos pero nos sigue pareciendo feo.
Puede ser realista o efectivo o incluso “productivo”, desde el punto de vista liberal, pero de bonito no tiene nada porque, si el país de uno es una marca, ¿qué es uno? ¿Los ciudadanos de un país somos los trabajadores que “fabrican” ese producto? ¿Somos parte del producto? ¿Artículos de la marca? No lo sabemos bien porque, sinceramente, no nos aclaramos con el tema pero todo se me complica aún más cuando introducimos en esta ecuación a despejar el hecho de que los ciudadanos somos también los principales consumidores de nuestro propio país. Y si nos apuras, también accionistas porque pagamos impuestos, ¿no?
Menudo lío, entonces, porque resulta que somos, al mismo tiempo, productores, consumidores y socios de este invento llamado “Marca España” y, por si no quieres caldo toma dos tazas, clientes del organismo del mismo nombre encargado de hacer el branding de este complejo y enigmático producto porque, al fin y al cabo, también lo pagamos españoles. Así que, tras meses y meses de hacer oídos sordos a la bendita expresión nos rendimos a la evidencia de que ya forma parte del vocabulario - y del imaginario - colectivo y, por tanto, de nuestra realidad, y tecleamos
en el navegador www.marcaespana.es para echar un vistazo a su página web e intentar entender qué hace y cómo lo hace. Ya empezamos mal, ¿no? La red de redes no admite la “ñ”. Igual habría que empezar por cambiar la marca. A nosotros, ¡leñe!, cuando tecleamos “España” se nos va inmediatamente el meñique a la tecla de la “ñ”, esa letrita que tanto reivindicamos y que tanto asociamos con “lo nuestro”, sea lo que sea “lo español”.
Pero vamos a lo que vamos. En la web cuentan que Marca España es, citamos textualmente, “una política de estado” para “mejorar la imagen de nuestro país tanto en el interior como más allá de nuestras fronteras, en beneficio del bien común” - y ahora, ¡zas!, nos tiran otro término-hueso a roer y digerir – y de nuestra “imagen-país”. Según ME (este ente u organismo se lanza también a la moda del acrónimo que le da a todo un rollo tan cool-revista de tendencias) una buena imagen-país es un activo que sirve para respaldar la posición internacional de un Estado política, económica, cultural, social, científica y tecnológicamente”. La palabra “activo” ya adelanta lo que viene a continuación, que el propósito de todo esto es, claro está, económico. “En la presente coyuntura de crisis, el planteamiento de la Marca debe primar los términos económicos, coadyuvando a la recuperación del crecimiento y del empleo”.
Empleo, desde luego, han encontrado los que trabajan para Marca España que, así a golpe de vista, está compuesto por un
Alto Comisionado, un Consejo, un Observatorio y un Foro de Marcas. Ahí es ná. Económicamente, el ME no representa ningún gasto extra para nosotros: “El Comisionado cuenta con una Oficina que, para no incurrir en mayor gasto, utiliza los recursos humanos y materiales del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación”. Del resto de los sub-entes no nos dice nada pero, tranquilos, sea lo que sea que hagan y cueste lo que nos cueste , los hacen en beneficio de todos porque
“Marca España somos todos”.
Y eso es lo malo, que Marca España somos todos. Incluidos
nuestros políticos, banqueros y, desde luego, la Casa Real que tanto se nos ha justificado como “nuestros mejores relaciones públicas en el exterior”. Con este elenco dando los titulares que ha dado en los últimos años no es de extrañar que nuestra imagen-país sea mucho peor que blanca y esté completamente negra; y, desde luego, que ningún esfuerzo marketiniano sea capaz de cambiarla. Al fin y al cabo, el producto que intenta vender Marca España no solo ha vulnerado sino que
ha pulverizado dos conceptos fundamentales del marketing de la era 3.0: la confianza y la reputación. Ninguna campaña ni ninguna política de estado, cueste lo que cueste, va a poder con tan solo
diecisiete segundos de un episodio de los Simpson en los que un miembro de la Roja (sacrosanto producto de la “Marca”) soborna a Homer (el árbitro y, por una vez, incorruptible) en el Mundial de Brasil 2014
pitorreándose de la corrupción en España. ¡Toma, Marca España! ¡Multiplícate por cero!