Aunque suene a día de desplome de la Bolsa, el
acontecimiento que titula el libro de Lawless es, sin embargo, una celebración
del consumismo más salvaje. El viernes negro, celebrado después del día de Acción de Gracias, da el pistoletazo de salida de las compras navideñas
con suculentos descuentos para los compradores más previsores y madrugadores,
que hacen largas colas a las puertas de los centros comerciales para
aprovecharlas. Las Navidades son, por excelencia, una de las tradiciones que
más se identifican actualmente con el consumo. Pero no es la única. Si lo
pensamos bien, ¡hay tantas cosas que asociamos con el consumo!, incluidas no solo
nuestra diversión, sino también nuestra felicidad, satisfacción o incluso valía…
Que el materialismo nos ha hecho infelices se demuestra científicamente:
Sin embargo, recientes estudios científicos demuestran que lo material no solo no nos dado la felicidad sino que nos ha hecho infelices. Estudios que van más allá de lo que todos ya sabemos o de “los ricos también lloran” como los que el psicoterapeuta Graham Music reúne en su libro The Good Life: Wellbeing and the New Science of Altruism, Selfishness and Immorality. Music confirma, a través de datos reunidos por científicos en estos últimos 40 años que los materialistas tienden a ser infelices, aquellos que prioricen los bienes materiales seguirán siendo infelices y que el mercado se alimenta de infelicidad. Entrar en su juego es, por tanto, muy lucrativo para el mercado y muy mal negocio para nosotros.
Saltando del hedonic treadmill:
Seguir subidos en los que los especialistas han llamado muy gráficamente el hedonic treadmill (más o menos cinta corredora hedonista) es muy mal negocio para nosotros en una coyuntura en la que debemos disociar satisfacción y consumo por dos motivos: por nosotros mismos y por el planeta. El consumo masivo de las últimas décadas fomentado por un mercado muy hábil en crearnos nuevas necesidades que no son eso sino deseos también hábilmente disfrazados de necesidades es, desde luego, inviable en nuestras nuevas circunstancias laborales, económicas y de crédito. Pero también es poco deseable para un planeta que consume, al año, un 23% más de las reservas de lo que debería y no sabe literalmente qué hacer con todos los deshechos que producimos.
Materialismo VS Ecología:
No creemos que nadie se sorprenda al leer las consecuencias del estudio
realizado por Tim Kasser, profesor de psicología en Knox College (Illinois) que
determina que si lo que amas son los objetos materiales amarás menos a las
personas y, por ende, al planeta. La
conexión entre el crecimiento del materialismo y la indiferencia hacia la
ecología no es pura coincidencia, como tampoco la conexión entre el
materialismo y la desigualdad o la desconfianza hacia los demás. El dinero,
para Kasser, no solo embrutece sino que puede ser una auténtica droga paranoica.
Music coincide: “Aquellos con valores
más materialistas tienen peores relaciones y con mayores conflictos”. Y advierte
que, en contra del sentido común y de la realidad, “Esto puede ser
significativo si se confirma el giro hacia valores más materialistas en
Occidente”. ¿Aún más? Que no se diga que
no estamos advertidos.
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